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Literatura del Yo, 1

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En tercero de primaria, me enamoré de mi maestra. Rubia, piel bronceada, vaqueros blancos ajustados. Ya sabéis, la inefable moda de los años 80. Fui a clases particulares de matemática a su casa durante todo un verano. Se llamaba María Elena Villalba y tenía los ojos verde marihuana. Rompió mi corazón con el anuncio de que se casaba.

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En una época, me dio por coleccionar cuchillos. No hubo víctimas más que unos cuantos sapos y alguna culebra. Mis padres, tenían un terreno a 90 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires y ahí pasábamos los fines de semana. Supongo que fue algo así como el período gauchesco de mi vida. Tuve un caballo llamado Gato y mi perro Ceniza. Murió siendo cachorro, un vecino le dio carne espolvoreada con veneno para ratas. Creo que le molestaban sus ladridos a la hora de la siesta. Supe que el mal es parte de la naturaleza humana.

A los doce, besé por primera vez a una chica en la boca. Se llamaba Micaela. Fue

durante una fiesta, bailando un tema supuestamente romántico pero sobre todo muy hortera. Nunca olvidé esa lengua. Esa noche, sonaba The Bangles, un cuarteto de mujeres californianas.

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A la primera novia, le siguieron otras antes de la más importante. No voy a entrar en detalles. Hubo una primera mujer. Imaginamos un futuro de dos que nunca llegó. Pudimos viajar y brindar por todo lo bueno. Finalmente, nos separamos. A veces pasan cosas que nunca comprendemos del todo, que se mantienen empapadas de misterio.

Mejor así.

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