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Corrientes Avenue

Quien la haya caminado alguna vez, sabrá que la Avenida Corrientes de la ciudad de Buenos Aires no es particularmente bella. Mis recorridos por allí siempre han tenido lugar entre la zona del Abasto y el Bajo. Es quizá una de esas caminatas  la que ahora se dibuja en mi memoria como la figura de una lejanía. Yendo de noche con mis amigos, visitando una librería de usados, comiendo una pizza de pie en Guerrin o Las Cuartetas. Hoy miro esa avenida a lo lejos. No es burguesa, ni proletaria. Es diferente a esas otras calles que me vieron nacer. ¿Pero cómo describir lo vivido, justo antes del advenimiento de lo que ya no existe excepto en mi memoria? 

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Uno de los procedimientos es el de la enumeración: obelisco, salas de teatro, la Giralda, el Lorange, las galerías, Liberarte, CC San Martín, los personajes de la bohemia, el cortado con dos medialunas, las madrugadas en la Academia.

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El otro es la descripción de una circulación constante debajo de mi piel.

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En la última semana, a miles de kilómetros, mirando en Netflix el reestreno de la serie Okupas, tuve la vertiginosa y tanguera sensación de que nunca me fui de allí. Que sigo en una interminable errancia, mezclado con las cenizas del papá de mi amigo el Negro Otero en las suelas de mis zapatos.

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Y que todo está en continua alteración y cambios porque la Avenida Corrientes es un sistema secreto de remisiones que me revelan mi propia identidad. Mostrar un trozo de la ciudad que amo es desnudarme frente al espejo del alma. Intentar seguir andando a su ritmo, aunque los paisajes sean otros.

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La Giralda, Julio 2021                                                   @mariasaravia

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