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Literatura del Yo, 2

Fui un chico mimado pero inquieto. De esos que nunca quieren perderse nada.

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A los quince, leí a Nietzsche, no entendí un carajo pero igual se produjo mi crisis de fe. Al menos, en lo que respecta al menú católico. Soy agnóstico, ni militante ni fanático de ninguna causa. Para las preguntas importantes de la vida, no hay respuestas certeras ni definitivas. Cuando supe algunas repuestas, me cambiaron las preguntas. Convivo con un horizonte de incertidumbre desde esa edad. No he dejado de indagar, de leer todo lo que se me ponía delante, como una especie de maníaco. Tengo un enganche importante con los libros y las películas. Pretendo pasar todo por la cabeza y traducirlo en palabras.

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Cuadro de fondo: @alebonzo                                                            Foto: @mariasaravia

Por aquellas edades, convertí a la amistad en mi valor sagrado. Hay un puñado de tipos por ahí a los que amo tanto como a mi familia. En el amor, tuve mucha fortuna.

Fui rico, gratis. Confieso presuntuosamente que he amado, que amo. Con lo elusivo que puede ser el amor, el que lo siente sabe lo que siente. Incluso cuando no tenga palabras para hablar de eso.

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A los 17 tuve relaciones sexuales completas por primera vez. La chica se llamaba Sofía y era un par de años mayor que yo. Lo hicimos con prisas sobre un sofá desvencijado en la parte alta de su casa. La tele estaba encendida. Fue una tarde de calor.

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Fui un hijo bastardo del rock, aunque lo primero fue el reggae.

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