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LOCACIONES LONDINENSES EN LAS QUE SE RODÓ BLOW UP.

Blow Up

Greenwich, barrio del sureste de Londres, a orillas del Támesis, y a media hora del centro, es conocido en todo el mundo por la línea del meridiano del mismo nombre que lo atraviesa y por la fama de tres de sus edificios históricos: la Queen’s House, el Real Observatorio y la Antigua Escuela Naval Real. Los dos más grandes arquitectos ingleses del siglo XVII, Inigo Jones en su primera parte y Christopher Wren en la segunda cincuentena, dejaron testimonio de su arte en Greenwich. Jones, fue el responsable del primer diseño palladiano en Inglaterra gracias a la construcción de Queen’s House, mientras que el segundo participó en la creación del Real Observatorio y de la Escuela Naval Real (antiguo Hospital Naval), notable ejemplo del estilo barroco británico y en cuyo interior se encuentra el magnífico refectorio Painted Hall.  Sin embargo, no fueron ninguna de estas glorias arquitectónicas las que me condujeron allí una fría y soleada mañana de octubre, se trataba de un motivo bastante más peregrino. El Maryon Park no tendría nada que lo distinguiese de los cientos de parques londinenses, sino hubiese sido el elegido por Michelangelo Antonioni como escenario de algunas de las secuencias más memorables de su película Blow Up. Filmada en 1966 e inspirada en el cuento Las babas del diablo, de Julio Cortázar, Blow Up narra la historia de un fotógrafo profesional que descubre al revelar y ampliar unas fotografías algo que a primera vista le había pasado desapercibido: ¿se trata de un crimen? Maryon Park es un sitio desolado y de difícil acceso para los turistas. De hecho, ¿a qué turista puede interesarle visitar un parque en el que se ha filmado una película durante la década de los años ’60? Desde la zona histórica de Greenwich, el recorrido en bus me resultó algo inquietante. Por las ventanas sólo se podía ver un paisaje gris, de suburbio industrial deprimido, salpicado por grandes estructuras metálicas en forma de galpones y almacenes rectangulares cerrados. Parecía Manchester después del gobierno de Margaret Thatcher o cualquier otra ciudad de las que aparecen en las películas de Ken Loach. Trabajadores sin empleo, que se pasan el día en ropa deportiva bebiendo interminables latas de cerveza barata y esperando a fin de mes para cobrar el seguro de desempleo. La emoción que sentí al llegar al Maryon tuvo que ver con el descubrimiento de un lugar que durante 43 años se había mantenido indemne ante los embates de la especulación inmobiliaria que ya arrasaba al este londinense, después de la construcción faraónica del estadio 02 Arena, y que tenía su mirada puesta en  los Juegos Olímpicos 2012. Ninguneado durante décadas, el Este se convertía así en una nueva oportunidad de negocio. No obstante, el decadente parque Maryon –último bastión melancólico- continuaba igual que cuando Antonioni situó allí el comienzo de la intriga, con la fotografía tomada a esa extraña pareja que abre la historia, y su final con el desopilante partido de tenis protagonizado por un grupo de mimos con las caras pintadas de blanco y sin raquetas. Siguen estando en este pequeño parque de Greenwich las mismas canchas de tenis de cemento, pintado de verde, en las que jugadores y público observaban con atención las idas y venidas de una pelota invisible entre uno y otro lado de la red. La película con el transcurso del tiempo se ha convertido en un objeto de culto por su modernidad y su estética. También ha sido señalada como un retrato del Swinging London, a pesar de que el Londres de Blow Up apenas se vislumbra entre manzanas enteras de edificios rojos de ladrillo. Los escenarios más importantes de la película son el Maryon Park y el apartamento-estudio del fotógrafo, situado en el número 49 de la calle Princes Place del barrio de Notting Hill. ​
Y así como Maryon Park seguía siendo un enigmático, lúgubre y silencioso parque del Este aún cuatro décadas después del rodaje de Blow Up, el apartamento de Princes Place  estaba prácticamente irreconocible. Cuando llegué a su puerta, me encontré a una cuadrilla de cuatro albañiles trabajando afanosamente en su interior. Estaban cambiando el color de las paredes, transformando la disposición de los ambientes y montando un andamio de hierro que mediría dos metros y medio. Una profanación en toda regla para un templo del movimiento pop inglés. Un golpe bajo al corazón melancólico. Una muestra más de cómo el tiempo todo lo engulle. De todas formas, ya no quedan rastros en Londres del Swinging London. La mítica calle Carnaby, epicentro de las tribus urbanas londinenses a mediados de los sixties, ha sucumbido a la dictadura del dinero y hoy es un gran escaparate con mucho plástico de color y precios exorbitantes. Si Marx tenía razón y la historia se repite como farsa, pueden entenderse las alusiones al flower power y al símbolo de la paz que aún pueden verse desperdigadas por las esquinas. La eterna Londinium, como buena casquivana se aburre pronto de la fidelidad y devora estilos, épocas, modas. Cambiando incesantemente, sólo es fiel a sí misma. Sólo hay una ciudad en el mundo capaz de hacerle sombra y rivalizar con ella por el trono del Viejo Mundo, Esa ciudad es la ciudad de la luz, esa ciudad es la ciudad de París. ​
El tándem Antonioni-Cortázar parece decirnos que el mundo está dominado por las apariencias, pero que detrás de éstas es posible encontrar algún secreto. Las fotografías pueden permitir, o no, ver el valor exacto de las cosas, todo dependerá del que mire. Recordé unas palabras de W. G. Sebald, «me cautivaba siempre especialmente en el trabajo fotográfico el momento en que se ve surgir del papel impresionado, por decirlo así de la nada, las sombras de la realidad, exactamente como los recuerdos, dijo Austerlitz, que emergen en nosotros en medio de la noche y se oscurecen rápidamente para el que quiere sujetarlos, como una copia fotográfica que se deja demasiado tiempo en el baño de revelado».​
La fotografía no es más que un sucedáneo del recuerdo. Un testimonio de nuestras ansias por apropiarnos de lo fotografiado y, por tanto, de lo vivido. En mis paseos por Londres, infinidad de veces me he preguntado si los eventos y personajes  históricos vinculados con ella han desaparecido realmente o, si todavía hoy, es posible cruzarnos con ellos.

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