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La última película del austríaco Michael Haneke comienza con un estruendo. Los bomberos de París derriban una puerta y todos penetramos como espectadores en la intimidad de una pareja. Georges y Anne están casados hace mucho tiempo, han compartido la vida, han tenido una hija.

Desencanto, aburrimiento, desilusión. Conocer a una familia como la de los Panero supone explorar las zonas más recónditas de la psique humana, aquellas en las que el alejamiento del parámetro de la normalidad nos pone en evidencia la arbitrariedad y fragilidad de éste. La tenue línea divisoria entre la locura y la genialidad.

Soy de los que antes de ir al cine, estudian con detenimiento la cartelera, planean el horario de la sesión y elijen cuidadosamente la película teniendo en cuenta el nombre del director, de los actores, o algún otro dato relevante que sirva como indicio de calidad. 

El momento pandémico me parece abismal, pero en el salón pequeño de mi casa me siento más tranquilo. 

Tengo curiosidad por saber qué les pasará a mis compañeros, a mis amigos, a mis conocidos, ¿qué les estará pasando?. 

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CRITICA

Sixto Rodriguez es un albañil jubilado de Detroit, la capital mundial del automóvil. Hijo de inmigrantes mexicanos asentados en esa enorme ciudad del Estado de Michigan que es sede de la General Motors, Ford y Chrysler. Como albañil se pasó toda la vida haciendo refacciones, alisando muros, montando ladrillos, mezclando cal con arena, manipulando el yeso.

Greenwich, barrio del sureste de Londres, a orillas del Támesis, y a media hora del centro, es conocido en todo el mundo por la línea del meridiano del mismo nombre que lo atraviesa y por la fama de tres de sus edificios históricos: la Queen’s House, el Real Observatorio y la Antigua Escuela Naval Real.

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