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Guilty pleasures

Desde que me enteré que Messi dejó el Barça, estoy cabizbajo y meditabundo. Fueron más de 15 años yendo al bar de la esquina para verlo jugar. He llorado de la emoción y no ha sido por los colores de la camiseta que ha defendido (la suerte del equipo blaugrana me tiene sin cuidado) sino por la belleza plástica de sus jugadas, sus decisiones, sus asistencias y sus goles. Son además únicas su forma de caminar en la cancha, su visión del juego y su incompetencia absoluta para explicar en una entrevista, una conferencia de prensa o algún otro evento similar cómo diantres hace para hacer lo que hace dentro del terreno de juego. A un periodista le confesó: "Yo no pienso, juego". Y en esta breve sentencia casi cartesiana hay material suficiente para meditar un buen rato.

Después de mucho tiempo de disfrutar de Maradona, he tenido la enorme fortuna de que mi tiempo coincidiera con el del genio futbolístico rosarino. No seré original pero estoy convencido de que no veré nada semejante en lo que me quede de vida.

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Teniendo en cuenta que el fútbol se ha convertido desde hace tiempo en el panem et Circum contemporáneo y que resulta más que obvio que los clubes funcionan como meras empresas del mundo espectáculo que contratan a jugadores estrella para mantener bien aceitada la maquinaria del marketing y la publicidad, declararse aficionado de semejante despropósito es alegar la propia torpeza. O quizás sea hablar de un placer mal visto, reprobable, al menos por todas aquellas personas a las que les gusta recordar que el fenómeno del fútbol televisado es una gran cortina de humo que pone en primera plana un asunto trivial que oculta una realidad que siempre es amenazante, catastrófica y mucho más seria que unos tipos que corren detrás de un cuero seco e inflado.

Ante esos defensores de la corrección política, sólo queda recordar lo que una vez dijo Alejandro Dolina: el Quijote de la Mancha es mucho más que unas hojas impresas encuadernadas entre dos tapas duras.

Messi es, por tanto, para mí mucho más que un pibe que patea bien la pelota. Messi es un hacedor de belleza y un artista que ha elevado su oficio hasta lo sublime.

Desde aquí, pues, un agradecimiento gigante a él por todos los momentos vibrantes que me ha regalado. 

Después del Barça, empieza la cuenta regresiva antes de su retiro.

Seguramente me las ingenie para seguir viendo sus goles en la liga francesa o con la selección argentina, al igual que intento satisfacer mis ansias de otros "guilty pleasure": el tabaco, las grasas animales, el café con cafeína y los programas de la TV basura. 

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